La soledad, la amistad, el trabajo y el misterio en un viaje para registrar un hecho sorprendente conviven en “La mula endiablada”, la propuesta que el grupo porteño Dientes de León presentará a las 22, en La Sodería (Juan Posse 1.141).
La propuesta de María Mercedes Sevares, Daira Escalera y Gonzalo Bourren participó en el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) 2022 y tuvo un intenso recorrido por distintas salas. “Trabajamos con proyecciones de contenido audiovisual y multimedial, junto a dispositivos tecnológicos que funcionan en vivo durante la obra. La apuesta es que esas herramientas visuales y sonoras acompañen y potencien el rumbo de la actuación”, adelanta Escalera a LA GACETA.
Obras sobre el poder y el amor pueblan los escenarios locales- Hablan de “una fantasía surreal”, ¿en qué consiste?
- La fantasía y lo surreal se presentan desde un viaje, una aventura, un lugar que no se sabe si existe o no, con sucesos que pueden o no ocurrir. Jugamos con esa posibilidad: con estar en un lugar, en otro repentinamente y en ninguno. Los personajes se encausan en una aventura constante, que junto a la propuesta visual y de corte escenográfico se superponen planos y se posibilita un mundo de esas características. El misterio se hace lugar en la obra cómo una atmósfera que nos abisma en mantener un tono de actuación determinado por ello.
- ¿El argumento busca compartir una experiencia antes que presentar una obra tradicional?
- En un principio se buscaba investigar y no estar pendientes de qué experiencia iba a vivir el público; pero ahora sí, creemos que finalizado el proceso de estreno es una experiencia en sí misma, aunque no sé si estamos tan alejados de lo tradicional. ¿Qué sería lo tradicional hoy? Si es una historia con su trama, conflictos y tensiones para llegar a un final, con una estructura clásica o cuentística incluso, podríamos estar ahí. La puesta en escena quizás sí, no es tan “ tradicional”; está vinculada a nuestras búsquedas artísticas individuales, puestas en común que indagan y buscan en otros lenguajes artísticos que no solo son la actuación en teatro, sino también lo audiovisual, lo multimedial, la literatura y cómo conviven en escena y lo convierten en algo singular y particular.
- ¿Cómo evolucionó la idea desde su inicio hasta el estreno?
- Evolucionó mucho. En un primer momento se ordenó lo que se contaba en términos de narración, se delimitaron criterios estéticos y se terminó de ensamblar lo sonoro, lo audiovisual, con la actuación y con los soportes tecnológicos (dispositivos de registro y proyecciones) que coexisten en la obra.
- Siendo todos dramaturgos, directores e intérpretes, ¿cómo trabajaron los roles?
- Nos vamos adaptando y dialogamos bastante, trabajamos de manera horizontal. Hay un primer momento que creemos que lo que nos ordena es la actuación y el juego. Nos conocimos en la misma escuela que fue el Sportivo Teatral (de Ricardo Bartís) y por delante siempre estaba hacer, crear, poner el cuerpo como actores autónomos y creadores llevados hacia la improvisación como un punto de partida. Hay un segundo momento en que improvisamos durante un tiempo, empezamos a bajar a texto eso que imaginamos y que salió desde el cuerpo, buscamos referencias, inspiraciones, realizamos un acopio de lo que nuestro propio imaginario sugería y lo que se nos va armando colectivamente. Siempre es estimulante porque lo individual empieza a disolverse y aparece como una cuarta voz que aúna. No es fácil pero se va componiendo. Y hay un tercer momento de dirección donde texto y cuerpo se encuentran, la actuación incorpora el texto y empezamos a poner foco en ensayar, en pasar y buscar estructuras que alojen y dan contención a esa actuación. Es un desafío y es estar en constante movimiento. Es la primera obra del grupo, y el lenguaje, la poética y la estética son el resultado de lo que nos inquietaba cuando se comenzó a gestar.